Las estrellas de la luz
Cuenta la Luna que hace mucho tiempo, cuando todavía no
había seres humanos en la tierra, solo flora y fauna llena de vida existía una
estrella en el firmamento que se sentía pequeñita.
El resto de estrellas brillan con gran fuerza y esplendor
conocedoras de lo afortunadas que eran, por el simple hecho de estar vivas.
-
Somos estrellas y un día, cuando estemos preparadas,
volaremos y nos expandiremos por el universo, convirtiéndonos en vida en la
tierra, pues somos energía y ese es nuestro destino.
La pequeña estrella que no sentía merecedora de tanto
brillo cuando se miraba se veía apagada, infeliz y triste.
-
¿Cómo voy a poder yo crear vida?, si solo soy una pequeña estrella que
apenas brilla…
-
¿Pero tu te has visto bien, hermana? Brillas igual que todas nosotras, ¡
Eres una
ESTRELLA! Y brillamos por naturaleza.
-
Pues yo me siento pequeñita y apagada.
Cuando esta historia llegó a oídos de la Abuela Luna
enseguida tuvo un plan.
En uno de sus paseos matutinos por el hemisferio norte la
Abuela Luna se acercó a la pequeña estrella y le saludo:
-
Hola bonita, te siento algo apagada esta noche.
-
Hola Abuela Luna, sí, así es, así me siento, debes de ser
muy sabía, pues eres la única que lo ha visto.
-
Y, ¿a qué se debe esa sensación de apagón, bonita?
-
Pues es que,… - dijo la estrella en voz baja algo
avergonzada.- ¡No me siento merecedora de tanta Luz!!
-
Entiendo,… entiendo perfectamente, si…- musito la luna
pensativa.- Y, ¿acaso sabes cuál es el poder de la luz?
-
Pues mis hermanas
dicen que somos energía y que ahora brillamos con fuerza, pero que llegara el
día en el que emprendamos un largo viaje y nos convirtamos en polvo de
estrella, para después convertirnos en nueva vida en el planeta tierra.
-
¿Y eso no te parece algo maravilloso, un regalo
únicamente al alcance de las estrellas?
-
Si, supongo que es un regalo, Abuela Luna, pero cuando me
miro y veo mis puntas apagadas y miro a mis hermanas que tanto brillan, me
siento pequeñita.
-
Ah,… Ya entiendo, lo que te ocurre preciosa. ¡Ven!,
acércate a mi.- dijo la Abuela Luna con voz temblorosa.- acércate a mí, que yo
apenas brillo, si no es gracias al reflejo del abuelo Sol y mírate en mi
reflejo.
La estrellita que confiaba mucho en la Abuela Luna se
acercó titilando y se puso a mirar su reflejo sobre la cara de la luna.
La estrella permaneció inmóvil y a medida que pasaban los
minutos cada vez se veía más y más luminosa y se sentía con más y más fuerza.
Sus ojos no daban crédito a lo que estaba pasando. Ya no solo brillaba con
fuerza sino que además estaba creciendo en tamaño.
-
¿Pero qué es lo que está pasando, Abuela Luna?
-
Bonita, por primera vez, estás viendo tu reflejo y tu
propia luz sin compararte a tus hermanas. Es por eso que a medida que pasa el
tiempo eres capaz de ver tu verdadera luz y toda tu grandiosidad, como estrella
única que eres. Eres luminosa, grande y bella y mereces todo y cada uno de los
brillos que salen de tu reflejo. Eres merecedora de la luz que portas, y
siempre lo has sido. Mírate sin juicios, sin comparaciones, simplemente mírate
y disfruta la gran luz que eres.
-
¡Es verdad!, ¡Ahora lo veo! Gracias, Abuela Luna.
Merezco cada uno de mis brillos y no tiene sentido tratar
de ser otra cosa, soy una gran estrella y merezco mi luz.
Gracias, elijo brillas y soñar con el día en que vuele al
infinito para expandirme y crear vida. ¡ Me siento afortunada de ser quien
soy!, ¡Merezco mi luz, soy única, soy vida!